ALTO JORNAL
Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.
Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.
Claudio Rodríguez
Cuando inicié mis estudios de letras, tras una ardua decisión que me llevó a ahorcar para siempre mis infructuosas horas dedicadas a la memorización de leyes, hace ya unos años, sentía aquella ilusión de los niños que se lanzan a la aventura todos los días, como diría el viejo y sabio Whitman. Tenía el ansia por aprender y quería mantener aún viva la llama de la curiosidad.
Muchas decepciones llegaron poco a poco a lo largo de ese camino en el que casi todo lo que quieras aprender, has de aprenderlo por ti mismo. No obstante, siempre permaneció la esperanza que algunos profesores y sus claras enseñanzas dejaron en sus clases. En una de ellas, durante aquel año de carrera vespertino, lo recuerdo bien, escuché el nombre de Claudio Rodríguez y sus poemas por primera vez. Su sencillez, su perfección y en especial su honesta voz consiguieron que me interesara más por su obra. Así es como descubrí "Alto Jornal", un poema limpio de asperezas que me esfuerzo por visitar cada cierto tiempo para recordar y ser consciente de la importancia de esos divinos detalles que amplían nuestra perspectiva y nos abren la puerta de lo esencialmente humano, de ese taller verdadero.
Espero que si no lo conocían, lo descubran y gusten de él.
Muchas decepciones llegaron poco a poco a lo largo de ese camino en el que casi todo lo que quieras aprender, has de aprenderlo por ti mismo. No obstante, siempre permaneció la esperanza que algunos profesores y sus claras enseñanzas dejaron en sus clases. En una de ellas, durante aquel año de carrera vespertino, lo recuerdo bien, escuché el nombre de Claudio Rodríguez y sus poemas por primera vez. Su sencillez, su perfección y en especial su honesta voz consiguieron que me interesara más por su obra. Así es como descubrí "Alto Jornal", un poema limpio de asperezas que me esfuerzo por visitar cada cierto tiempo para recordar y ser consciente de la importancia de esos divinos detalles que amplían nuestra perspectiva y nos abren la puerta de lo esencialmente humano, de ese taller verdadero.
Espero que si no lo conocían, lo descubran y gusten de él.