sábado, 8 de octubre de 2011

Luces nuevas para el atardecer

Queridos amigos:
Aprovechando la nueva y completa edición de plantillas de Blogger, he decidido retocar el blog para inflamarle una nueva luz. Considero que renovarse es fundamental cuando no se ha dado con la fórmula precisa, como era mi caso.
No dudéis en comentar vuestras impresiones sobre fondos, colores, distribución, etc., pues las posibilidades de edición son ahora muy variadas y de fácil manejo. De hecho, animo a quienes aún no se hayan sumergido en la experiencia del blog a que se lancen a ella. Las modificaciones y la nueva estética de plantillas hacen que se trate de un momento muy oportuno. 
Hasta llegar a la plantilla que presento, me he debatido entre muchas otras opciones y no descarto cambios próximamente. Estoy contento con el resultado: es una plantilla clara y clásica, sencilla, que tiene --creo-- cierta uniformidad de estilo; pero vuestra ayuda me será muy útil para mejorarla, sin duda.
Gracias por vuestra sincera compañía.
Un abrazo y hasta pronto,

PH. DORSET

viernes, 19 de agosto de 2011

SI puedes reinar como hombre...


Hace unas semanas liquidé una de mis incontables deudas con el cine. Muchas veces me habían recomendado The Man Who Would Be king (John Huston: 1975), y muchas veces pospuse, por no sé qué razones, la oportunidad de sumergirme en la película. Ahora me alegro de no haber demorado por más tiempo aquella recomendación.


Cuando me enfrento a una sesión de cine, aún hoy mantengo una expectativa que me ayuda a desplegar esa capa impermeable que aisla de la realidad y permite mirar a través de las ventanas de la ficción. Poco importa entonces lo que sucede alrededor durante aproximadamente dos horas. Si el clima y las tensiones entre lo ficticio y lo real se rompen, la película de algún modo —quizás en su modo más esencial— fracasa. Uno de los detalles que evidencia esta ruptura, aparte de un notable aburrimiento, es la consulta reiterada del tiempo. No mirar el reloj ni un instante es un síntoma de que la película ha subyugado al espectador, un indicio de que la elección fue un éxito, de que el tiempo ha sido invertido y no extraviado en vano.


Así ocurrió con El hombre que pudo reinar. Desde el primer minuto de la cinta, pequeños detalles nos indican que un minucioso mecanismo discursivo nos hará disfrutar y emocionarnos con la historia de los protagonistas, sus sueños, lances, victorias y derrotas. El hombre que pudo reinar es una película plagada de matices, pero en esencia un relato sobre la amistad; amistad entre dos compañeros de armas y batallas, amistad incondicional capaz de perdonar las debilidades más humanas e inoportunas, aquellas que conducen a un final ingrato y no obstante nos enseña que la experiencia, incluso si acaba trágicamente, puede merecer el pago de la tribulación. Cuando Danny Dravot le pregunta a Peachy Carnehan, al límite del precipio, si podrá perdonarle, el bueno de Peachy no hace sino decir: «Claro que sí, ¡de todo corazón! Somos amigos, Danny, para bien o para mal». Pocas veces dos rufianes han inspirado tanta conmiseración.




Para comprender los numerosos logros de esta película —en ningún caso resultado de un producto fortuito—, tan sólo hemos de reparar en el triángulo interpretativo encarnado por Michael Caine, Sean Connery y Christopher Plummer (este último en el papel de Kipling, el autor real —biográfico— de la obra, que aparece así ficcionalizado) y en la maestría de John Huston para dirigirlo. Elementos procedentes del relato legendario no impiden, por ejemplo, que demos credibilidad a cuanto vemos. La capacidad para insertar peripecias que hacen avanzar la historia, cuando tememos que su trama haya quedado estancada, es de hecho uno de sus aciertos argumentales. Ante esta habilidad narrativa, hemos de sacrificar, o aceptar, la verosimilitud de ciertos acontecimientos, que nunca, por otra parte, dejan de ser plausibles. Incluso al final algo nos hace dudar razonablemente de la credibilidad de todo el relato del tullido Peachy, que tanta piedad nos comunica. Esta indeterminación, la posibilidad de una lectura subrepticia, y la vibración emocional que de ella se deriva es otro de los triunfos de El hombre que pudo reinar. En efecto, la sensación de que un entrañable truhán, pese a la situación de infortunio que nos muestra, nos esté tomando el pelo sin que lleguemos nunca a una respuesta segura, engrandece el legado del filme.


No es tampoco casual, a la hora de entender las razones del éxito, que Huston fuera un experto en llevar a la gran pantalla obras literarias aclamadas por crítica y público, tanto clásicas como coetáneas, y que dichas versiones emularan la categoría de sus autores, cuando no ayudaban a impulsar más su repercusión. Únicamente hay que echar un vistazo a su filmografía para comprobarlo. Debutó en el cine como realizador con El halcón maltés (1941) partiendo de la exitosa novela de Dashiell Hammett, para muchos la primera película perteneciente al llamado cine negro y lanzadera de Humphrey Bogart al estrellato que más tarde lo convertiría en mito; mientras que su última obra, Dublineses (1987), sublime testamento fílmico que germina con uno de los finales más catárticos de todos los tiempos, se inspira directamente en el relato de James Joyce «Los muertos».


Curiosamente el vínculo entre cine y literatura hizo que me interesara por la figura del escritor británico Rudyard Kipling, su exótica vida (Bombay, 1865 – Londres, 1936) y su célebre obra premiada con el Nobel de Literatura en 1907. Recordé así uno de sus poemas más emblemáticos. Popularizado por canciones, y también por la televisión en los últimos años, If es uno de esos poemas que posiblemente todos los estudiantes de literatura inglesa leen y estudian en algún momento de su carrera. Aunque reconozco aquí que mi dominio académico no alcanza el grado de maestría —se limita a una mera comunicación de base— en lo que a la lengua inglesa se refiere, mi inquietud por ciertos aspectos formales del idioma suele acercarme a las ediciones bilingües, en especial cuando se trata de poesía. Al realizar este tipo de operaciones, a menudo he apreciado un desajuste importante de significado contrastando el original con la traducción en la elección de tal o cual término, en la composición de este u otro sintagma. A veces el ansia por una rígida equivalencia entre lenguas, a efectos de métrica y prosodia, desfigura en exceso el sentido poemático y el verso en el que este cobra vida. Precisamente al cotejar varias traducciones de If no encontré ninguna que colmase mis necesidades estéticas, pese a la sencillez que caracteriza la mayor parte de su expresión. Por este motivo decidí montar mi propia versión del poema compilando versos y añadiendo alguna modificación léxica propia que satisfaciese por completo mi lectura. Podría decirse, para hacer justicia a la verdad, que la traducción resultante es de naturaleza ecléctica, se limita a alguna modesta aportación y se basa sobre todo en un respeto intuitivo del ritmo y su sustancia poemática. La incluyo en esta entrada como testimonio de una reflexión, rogándoles de antemano que sean benévolos en su juicio. Tan sólo déjense arrastrar ahora por la fuerza motivacional de este caudal poético, uno de los grandes ejemplos de elocuencia y sugestión en literatura que quizás les recuerde, como a mí, aquel hombre que pudo ser rey.



SI…

(Rudyard Kipling: 1895)


Si puedes mantener la cabeza cuando a tu alrededor

Todos la pierden y te culpan por ello,

Si puedes confiar en ti mismo cuando los demás dudan de ti

Pero también tienes en cuenta sus dudas;

Si puedes esperar y no cansarte en la espera,

O siendo engañado, no pactar con mentiras,

O siendo odiado, no dar cabida al odio,

Y sin embargo no parecer demasiado bueno ni demasiado sabio…


Si puedes soñar —y no dejar que los sueños te dominen,

Si puedes pensar —y no hacer de los pensamientos tu objetivo,

Si puedes encontrarte con el Triunfo y el Desastre

Y tratar a estos dos impostores de igual manera;

Si puedes soportar oír la verdad que has dicho

tergiversada por bribones para hacer una trampa de necios,

O contemplar, destrozadas, las cosas a las que habías dedicado tu vida,

Y arrodillarte y reconstruirlas con herramientas desgastadas…


Si puedes hacer un montón con todas tus ganancias

Y arriesgarlo en una sola tirada a cara o cruz,

Y perder, y comenzar otra vez desde el principio

Sin mencionar nunca una palabra sobre tu pérdida;

Si puedes obligar a tu corazón, nervios y músculos

A obedecerte un momento mucho después de que hayan desfallecido,

Y así continuar cuando ya no queda nada en ti

Salvo la Voluntad que les dice: «¡Continuad!»


Si puedes hablar con la multitud y conservar tu honradez,

O pasear junto a Reyes —y tampoco perder la naturalidad,

Si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden herirte,

Si todos los hombres cuentan contigo, pero ninguno demasiado;

Si puedes ocupar el implacable minuto

Recorriendo una distancia que merezca los sesenta segundos,

Tuya es la Tierra y todo cuanto hay en ella,

y —lo que es más— ¡serás un Hombre, hijo mío!


viernes, 11 de marzo de 2011

Alto Jornal de Claudio Rodríguez

ALTO JORNAL

Dichoso el que un buen día sale humilde
y se va por la calle, como tantos
días más de su vida, y no lo espera
y, de pronto, ¿qué es esto?, mira a lo alto
y ve, pone el oído al mundo y oye,
anda, y siente subirle entre los pasos
el amor de la tierra, y sigue, y abre
su taller verdadero, y en sus manos
brilla limpio su oficio, y nos lo entrega
de corazón porque ama, y va al trabajo
temblando como un niño que comulga
mas sin caber en el pellejo, y cuando
se ha dado cuenta al fin de lo sencillo
que ha sido todo, ya el jornal ganado,
vuelve a su casa alegre y siente que alguien
empuña su aldabón, y no es en vano.

Claudio Rodríguez

Cuando inicié mis estudios de letras, tras una ardua decisión que me llevó a ahorcar para siempre mis infructuosas horas dedicadas a la memorización de leyes, hace ya unos años, sentía aquella ilusión de los niños que se lanzan a la aventura todos los días, como diría el viejo y sabio Whitman. Tenía el ansia por aprender y quería mantener aún viva la llama de la curiosidad.

Muchas decepciones llegaron poco a poco a lo largo de ese camino en el que casi todo lo que quieras aprender, has de aprenderlo por ti mismo. No obstante, siempre permaneció la esperanza que algunos profesores y sus claras enseñanzas dejaron en sus clases. En una de ellas, durante aquel año de carrera vespertino, lo recuerdo bien, escuché el nombre de Claudio Rodríguez y sus poemas por primera vez. Su sencillez, su perfección y en especial su honesta voz consiguieron que me interesara más por su obra. Así es como descubrí "Alto Jornal", un poema limpio de asperezas que me esfuerzo por visitar cada cierto tiempo para recordar y ser consciente de la importancia de esos divinos detalles que amplían nuestra perspectiva y nos abren la puerta de lo esencialmente humano, de ese taller verdadero.

Espero que si no lo conocían, lo descubran y gusten de él.

sábado, 5 de marzo de 2011

Música para el Origen de un Concepto

El título que he escogido para esta nueva entrada probablemente induzca a reflexiones profundas, filosóficas tal vez. Lejos de ello, tan sólo quiero compartir aquí dos pequeñas piezas musicales de Hans Zimmer extraídas de su trabajo en Inception. Creo que muchos coincidirán conmigo en que Zimmer es unos de los compositores con mayor personalidad en el cine de hoy. En las bandas sonoras que ha rubricado puede apreciarse un sello propio que continúa desarrollando gracias a esa singular conjunción de música electrónica y orquestal. Tradición y talento individual, afirmaba T.S. Eliot.

Pese a que la película de Christopher Nolan obtuvo cuatro Oscars nada desdeñables, los mejores en la categoría técnica (Fotografía, Edición de sonido, Efectos sonoros y Efectos visuales), contra pronóstico la BSO de Origen no se alzó con el premio (que fue para The Social Network, en última instancia). De esta forma Zimmer sigue acumulando numerosas nominaciones a los Oscars pero solo una estatuilla, la que curiosamente recibió en 1994 por El Rey León. Ni siquiera por su excelente colaboración en Gladiator (una de las mejores bandas sonoras de todos los tiempos) Zimmer consiguió repetir el triunfo (en aquella oportunidad el galardón fue a parar a otra bella partitura, la de Tigre y Dragón).

Para hacer un poco de justicia a las esquivas atenciones que el áureo figurín de Hollywood tiene con Zimmer, he seleccionado dos pistas de Inception que recogen a la perfección su emblema musical.

Abriendo el apetito, la breve e intensa "Dream is collapsing":


Y como primer plato la extraordinaria y soberbia "Time":


Espero que continúen con la degustación. Sobre todo no se duerman y disfruten de la música.

sábado, 19 de febrero de 2011

Buscando al Cisne Negro


Todos llevamos un Cisne Negro dentro de nosotros, pero algunas personas necesitan ahondar más en su interior para llegar a él, para despertar sus pasiones más oscuras.

Ésta sería en síntesis la tesis principal de Black Swan, la última película de Darren Aronofsky, el director de Pi (1998), Réquiem por un Sueño (2000) y The Wrestler (2008), títulos que ya se han convertido en culto para no pocos espectadores. No quiero entrar ahora en un análisis profundo ni de su trama ni de su realización, así que evitaré la charlatanería crítica, la terminología básicamente huera que atraería paráfrasis tales como que, para comprender la lógica en apariencia caótica que mueve sus instintos, es inevitable el conocimiento del hipotexto plástico del que nace y al cual homenajea, el celebérrimo ballet El Lago de los Cisnes (Tchaikovsky: 1877). Sin duda habrá quien achaque problemas de verosimilitud y coherencia al filme. Incluso no faltarán voces que desdeñen el fin último de la protagonista, hasta su trágico final: el ansia perpetua de perfección. Desde mi punto de vista, todos esos aspectos anecdóticos quedan justificados por el torbellino de percepciones al que asistimos en la película. Responsable de ello es, por supuesto, la maestría de Aronofsky en la dirección, pero también, y sobre todo, la extraordinaria interpretación de Miss Portman, quien de manera incontestable (mi particular debilidad por ella habla aquí desde un ángulo objetivo) ganará por este tormentoso y etéreo papel su primer Oscar.


Pienso que más allá de poner en duda la logicidad y consecutividad de la historia (y estoy convencido de que nada es gratuito en el filme, de que cada matiz es indispensable para trazar una psicología en alto grado compleja y en continuo conflicto), Black Swan se mueve por algo prioritariamente primario y visceral que no sólo no deja indiferente al espectador, sino que le lleva a una experiencia estética sublime en los límites de la tristeza y la alegría.


Como ejemplo verídico de cuanto quiero expresar, añadiré la curiosa anécdota que la casualidad o el destino (nunca sé muy bien) me reservaba ayer tarde, cuando decidí tomar el autobús que había de llevarme al cine en la más reconcentrada soledad.

Al acabar la película, estando todavía extasiado por las imágenes, una chica que se había sentado detrás de mí en la oscuridad de la sesión, y a la cual no conocía de nada, me preguntó al levantarse con cierta perplejidad: Vous avez compris, Monsieur? Ante esta repentina pregunta, sólo alcancé a decir en mi marcado francés espontáneo: "Es sobre todo la impresión, la sensación, la emoción...". No sé si mi respuesta satisfizo a aquella chica, que salió inmediatamente del cine, pero creo que con esas palabras quedaba dicho todo lo esencial. Porque ya fuera de la sala, mientras marchaba solo en las desiertas y frías calles de un pueblo llamado Audincourt, yo al menos me sentía emocionado, visiblemente emocionado, y reía y me sentía contento, y daba las gracias por ello, por estar en extremo maravillado una vez más gracias al cine.

http://www.youtube.com/watch?v=ujT_3QZA0ZE
(Pincha aquí para ver el trailer de la película en V.O. con subtítulos en español)

Y para aquellos que conozcan sólo la música del Lago de los Cisnes y no hayan visto ninguna representación del ballet, adjunto una versión rusa de los años sesenta que no me ha desagradado (en concreto, el comienzo del famoso Acto II). Como siempre, el lector curioso podrá seguir las pistas de esta puesta en escena a lo largo de sus cuatro actos, si así lo desea, o encontrar en la red algún fragmento del inigualable Rudolf Nureyev. Creo que merece la pena dedicarle unos minutos a la escenificación. A fin de cuentas, es la razón de ser de todo ballet.

(El lago de los Cisnes: Acto II. Academical Orchestra St. Petersburg, 1968)